Esta imagen reúne todos los ingredientes: tiene gracia, es inspiradora y encierra de seguro una historia, además de plantear algunos misterios.
Empecemos por esto último: ¿Qué estaba fotografiando la señora? Y sobre todo –esto me quema- ¿Qué hay en el interior de la bolsa? (Porque la bolsa es de ellos, seguro, pues tiene pinta de abandono provisional y cercano). Pero: ¿Qué contiene? ¿La cena? ¿Unas compras? ¿Un collarín preventivo?
Nunca lo sabremos, así que centrémonos en la historia.
Es obvio que no es la primera vez que el niño pasa por ese trance. Lo dice su cara de infinita resignación, lo dice su posición en puntillas para evitar un seguro ahorcamiento Nos habla, por último, su mano, que es mano de amor filial pero también de recuerdo y aviso de su presencia, para evitar las consecuencias de un giro inesperado ante otro posible estímulo merecedor de ser inmortalizado. La postura de ella es impecable, por otro lado. Es postura de fotógrafa avezada y vocacional. Está disfrutando.
Pero él no.
Esto nos lleva al final: Es más que probable que esta madre considere, después, que ambos han compartido una tarde feliz haciendo fotos, que su hijo tiene madera, que algún día ganará un Pulitzer o exhibirá su obra en una galería famosa. Que heredó la vocación al fin, no como el mayor, todo el día con la consola. El niño (lo dice su rostro) querrá que le quieran, como es lógico. Ganará un día en la escuela un concurso menor, que sus padres atribuirán a la genética de su afición y a sus propios desvelos e influencias. Será, pues, un premio compartido.
Y un día, -un lejano y glorioso día-, el chico crecerá y se hará serigrafiar esta imagen en una camiseta, sobre un texto que diga:
“¿Sabes qué, mamá? Nunca me gustó sacar fotografías.”
Se pueden vender montañas de camisetas. Basta cambiar el final por: pescar, jugar al ajedrez, leer, hacer deporte, coleccionar sellos, etc. Seguro que se podría encontrar una imagen para cada afición “compartida”.
Pero yo siempre fui mejor para inventar negocios que para llevarlos a cabo.
Lo pone en mi camiseta.
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ResponderEliminarSorprendente foto, ¡pardiez!, y bonita entrada, ¡a fe mía! Me pregunto, al hilo del final de tu texto, qué sería estar más desnudo: si llevar una camiseta que anunciara nuestras verdades no conocidas, o lucir nuestro cuerpo (quizá algo más de York que Serrano a estas alturas) limpio de aditamentos textiles.
ResponderEliminarSin duda es peor el nudismo mental. Quizá los secretos sean aún más "York". :)
ResponderEliminarPues vete comprando una camiseta que ponga "SOY ESCRITOR"
ResponderEliminarLa foto es muy buena, pero lo que tú eres capaz de ver, y contarnos luego, es genialidad.
Me encanta.
Un abrazo.
Lo hacías hace 35 años y lo vuelves a hacer.
ResponderEliminarPara explicarme serviría contar como se toca una guitarra de diestro por un zurdo,…,
pero nadie nos entendería.
Aunque como quedó demostrado en tu incursión en las naves que yo patroneo,
De eso se trata.
No entiende quien quiere si no quien puede.
“El que tiene pase, pasa.
El que no tiene pase no pasa”. (El brujo)
El nivel de conciencia lo establece cada uno.
Si hoy en día no se es consciente, es porque no se quiere.
Y sobre los cimientos de ello escribo esta reflexión.
Agradezco tu visión esperanzada y risueña de la fotografía en cuestión.
Aunque soy perfectamente consciente de tu conocimiento de la realidad fotografiada.
El artículo de Timo Râjula (ilustrado por la toma en cuestión y que por cierto, parece ser que sacó él mismo poco antes de morir, aunque ésto, como el resto de sus últimos días, es discutido), le sirvió para obtener a título póstumo el reconocido galardón:
这是一个大谎言
Que otorga la prensa china. Unos dicen que la prensa libre y los otros…
Bueno como no quiero extenderme en tus territorios te cito en los míos.
http://www.muufi.com/?p=418
Muufi, me alegro de verte. Aún sigo tocando la guitarra (mal) con las cuerdas cambiadas.
ResponderEliminarUn abrazo hondo de amigo antiguo, te sigo.