lunes, 16 de agosto de 2010

Trenes


Si la vida es un viaje, entonces la felicidad tiene dos paradas.
La primera es la de una existencia simple, sin inquietudes, sin ambición; cercana al aturdimiento. Si no te bajas en ese apeadero, el siguiente es el de la de la sabiduría, pero está tan lejos y se hace tan incómodo el trayecto que casi todos nos quedamos por el camino, en estaciones intermedias, criticando a los que se bajaron demasiado pronto con el mismo afán que a los que siguen empecinados con el infame traqueteo.
Y mientras, en los andenes, llenos de purita envidia, charlamos con otros viajeros y mantenemos con ellos conversaciones pretenciosas: ¡Qué bonito el paisaje! ¡Buen momento de llegar! ¡Qué suerte tuve al encontrarte!

Pero, de tanto en tanto, notamos como los ojos se nos llenan de carbonilla.

4 comentarios:

  1. Este pensamiento tuyo, Qwerty, me recuerda a una escena muy bonita de la película “El Mejor”, en la que Robert Redford da vida a Roy Hobbs, un extraordinario jugador de beisbol con una vida llena de “strikes”, “home-runs” y mala suerte (aunque al final se arregla un poco la cosa, todo hay que decirlo).

    En un momento determinado, su novia (Glenn Close) dice algo como esto: “Nuestra vida tiene dos partes: Una en la que aprendemos, y otra en la que vivimos con lo aprendido”.

    Ella, en la peli, nunca pisó un andén de los de “ni chicha ni limoná”. Me gusta ese personaje.

    Un abrazo

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  2. Anónimo0:56

    El símil del tren y las estaciones es muy real, pero para mi nos subimos y bajamos del tren en busca de la felicidad según estamos de ánimo y fuerzas. En esos andenes y en esos trenes nos encontramos con nuevos personajes o acompañamos a los que viajan por la vida con nosotros. Y algunas veces, sin desearlo, perdemos algún tren o dejamos a alguien en el anden para siempre...

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  3. Gran película, Ocelote. Me gustó cómo cuenta la parte de victoria que tienen las derrotas (y viceversa)

    Tienes razón anónimo. Las decisiones de bajarse o subir nunca han de ser definitivas.

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  4. Por alguna razón que desconozco (supongo que cobardía) no me gusta analizar el por qué decidir apearme en determinadas estaciones. Y lo peor: por qué otra razón ´dejé (y dejo pasar) algunos trenes. Aysss...

    Que bueno eres, leñe...

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