jueves, 8 de diciembre de 2011

Descubrimientos


Nadie sabe bien por qué, pero un jueves veinticinco de marzo, a las dos horas y treinta minutos, Sebastián Mazo Lopera decidió colocarse en la cabeza un gastado sombrero hongo que languidecía en el desván familiar desde hacía un siglo, todo él lleno de polvo y medio comido por la polilla. El hecho en sí no tendría mayor importancia si no fuera porque la constancia de ese comportamiento alcanzó límites preocupantes para los suyos desde el momento en que estuvo claro que no se trataba de una simple excentricidad pasajera. El sombrero (negro, roto, con brillos), coronó su cráneo a partir de entonces veinticuatro horas al día, sin que nadie fuera capaz de hacerle razonar al respecto. Pasado algún tiempo, su entorno más cercano aceptó la rareza como algo crónico y hasta el propio Sebastián olvidó, (si es que alguna vez lo supo) el motivo por el que ya nunca pudo dormir ni salir, ni asearse siquiera, sin el acompañamiento de lo que ya formaba parte de él, como una extensión de su ser, como si el descubrirse supusiera una amputación dolorosa.

Aquel día y a la misma hora –más o menos, no es cuestión ponerse quisquilloso en ese asunto- Mari Luz López Castillo, al volver de la boda de un pariente lejano, lanzó lejos los tacones y se cambió la ropa por otra más cómoda, pero permaneció con la pamela de raso puesta: primero por jugar, luego no supo por qué. Pero aquella noche durmió con ella y, al despertar, sintió un impulso convincente que la unió al tocado de manera tan tenaz como incomprensible. Y ya no hubo razones ni ruegos que evitaran tal desmán de lo correcto.

Mari Luz y Sebastián se encontraron un día, claro está.

Al principio, se hablaron por sentirse menos solos. No hubo preguntas que nublaran esa mutua comprensión. Caminando de la mano por la calle, eran, sin duda, una pareja peculiar.

Hasta que al primer abrazo y ya desnudos, se descubrieron para siempre.

4 comentarios:

  1. Eso fue la química de los sombreros. Seguro.
    "... se hablaron por sentirse menos solos..." Me encanta esta frase.
    Un abrazo.

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  2. Ocelote15:38

    Coincido con Celsa: es una frase preciosa.

    A pesar de ser un producto congelado, no lo recordaba. Impresentable por mi parte.

    Un abrazo

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  3. Hola.

    Pues os va a parecer una tontería, pero corregí esa frase. En principio era "para sentirse...", pero hace tiempo que le doy vueltas al tema de las causas y los fines. Mi conclusión (inconsciente) es que prefiero hacer las cosas por algo que para algo. Indagar en las causas de las conductas y no en los fines me parece más provechoso. Es algo así como los coches con tracción trasera, más inmanejables, más pasados de moda, pero siempre más elegantes.

    Abrazos y feliz Navidad.

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  4. Este relato es precioso Qwerty pero nos tienes secos. A lo mejor es que sólo piensas en concursos o en la etimología de las palabras. Por cierto, en la Edad Media las meretrices ponian un ramillo de coloridas flores en la puerta, de ahí lo de ramera. Lo de la luz roja es mucho mas moderno.
    Willows

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