sábado, 19 de junio de 2010

Leyendas


(Publicado en el "Café de Artistas" el 31 de julio de 2007)

Corren todo tipo de leyendas por el valle. Son historias espeluznantes acerca de brujas y de ogros sanguinarios; de sacamantecas, que aquí llaman sacaúntos o también hombre del saco; de malvados monjes en siniestra procesión por los campos y de todo tipo de horrores, que sólo sirven para amendrentar a los niños y a las viejas.
Pero yo no tengo miedo, porque mi padre está conmigo.

Los dos vivimos en una granja al borde de un camino polvoriento. No tengo madre o hermanos, nunca tuve más familia que papá, un agricultor acostumbrado al duro trabajo y a la pobreza, que únicamente cae en el pesimismo cuando habla de las inclemencias del tiempo o de los bajos precios de la cosecha. Yo sólo tengo ocho años, pero le ayudo en todo lo que puedo: en el campo, con los animales, con los pernos, en la caldera…

De tanto en tanto, papá engancha las dos mulas al birlocho y me hace un gesto. Entonces voy al huerto que hay detrás, en el patio, y recolecto judías, pimientos, tomates y enormes berenjenas brillantes y lo guardo todo en cajas de tablas de madera. Luego, cargamos el carro y nos ponemos en camino, arreando a las caballerías por entre trochas y veredas de ganado -mi padre bien erguido en el pescante, con ese aspecto suyo tan serio y a la vez tan dulce- y yo feliz a su lado, aspirando el aroma del espliego y la hierbabuena recién florecida, sorprendiendo a las raposas que se cruzan por el camino, o contándole historias exageradas, que él desacredita con tan sólo una mirada. Nuestro destino son siempre los predios altos, donde viven los aparceros, que se reparten los beneficios del campo con los propietarios, lo que en los años malos significa obtener la mitad de nada. Eso provoca que sean aún más pobres que nosotros. Como siempre dice papá, para recibir hay que dar y por eso nuestras visitas: para dejarles cajas con hortalizas, que reciben con el fingido rechazo inicial que a menudo provoca el orgullo del hambriento.

Luego de haber acabado el reparto, nos demoramos por los arroyos y albinas donde siempre encontramos a algún hijo de aparcero, arrapiezos descalzos y llenos de mocos que pescan para matar el tiempo y se bañan en las pozas. Cuando vemos a alguno que está sólo, yo me bajo y le invito a subir al carro. Entonces papá lo mete en el saco, cierra con un nudo y regresamos a casa, bajando los desmontes mientras las mulas hacen sonar los cascos en la tierra reseca y el niño, poco a poco, deja de removerse bajo la arpillera.
Por el valle corren todo tipo de leyendas.

Pero yo no tengo miedo, porque mi padre está conmigo.

6 comentarios:

  1. No recordaba este relato, claro que por esa fecha ya no andaba mucho por el foro.
    Te dejo unas notitas en el correo del foro, ya que aquí veo que no tienes.
    Un abrazo.

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  2. grrrr cada vez que me registro para poner mensaje pierdo los mensajes, esto es un complot de bloguer, de gmail y de la madre que los parió a todos joxx

    tiembla moskichuelo, te salió otra correctora jejeje

    (tres años, ya, cómo pasa el tiempo (emoticón con cara de aydiosquemayornoshacemos)

    :-)

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  3. anda sinu, has visto cómo se parecen nuestros avatares? ya, ya me voy

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  4. Tienes razón, Sinuosa. A lo mejor esto del blog me decide a descongelar algunos cuentos y hacerles alguna reforma, que ya les va haciendo falta.

    Hola Perdida, sí hace tiempo, sí.

    Gracias a ambas.

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  5. Anónimo14:00

    esta historia me lleva a dos pensamientos,
    uno es que si no te conociera diria que has vivido en el campo trabajando de campesino por la concreción y los detalles de las descripciones, la segunda es que no es fácil trasmitir una idea como esa y aún asi se nota bien lo que queires decir, sin duda yo no sabría hacerlo... claro que para esto hay que saber. Y hay una tercera que se me está ocurriendo segun escribo y es que yo nunca he tenido miedo estando contigo, pero a lo mejor deberia...

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  6. Hola Anónima, muchas gracias.

    Por supuesto que no debes tenerme miedo. (Siempre y cuando sigas tan estudiosa el curso que viene)

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